Usted
señor; no cortará mis alas.
No
jugará conmigo a ver quién es el más fuerte de los dos.
No
decidirá por mí, mi camino. ¡Ni me engañará nunca más!
Usted
pagó por cada año que estuve a su lado; y por cada instante que me hizo feliz, ya
pagué! ¡Con sus sarcasmos! ¡No le debo nada!
¡No
me robe también mi sonrisa! ¡Ya tiene mío bastante!
Usted,
señor; no me sacará más cuentas, ni me hará recordar lo que no quiero, porque
soy la única dueña de mis recuerdos… y a usted lo borraré de ellos!
Usted,
señor; si puedo llamarle: “señor”, tiene el deber de callar cuando le grite (porque
le conviene)! ¡Y de no reírse!
¡Tiene
el deber de escucharme y de respetarme! ¡Yo no quiero que me entienda, ni que me ame
más! ¡No quiero nada de usted! Quédese con todas sus miserias, con todos sus
inventarios! Todo eso se lo dejo a
cambio de mi libertad, de mis alas, de mis sueños! ¡Usted,
no es mi dueño!